Escribo esta entrada desde la
preocupación. Sí, como lo leéis. No estoy aquí para hacer grandes alabanzas a
la serie de moda. Me gustaría dedicar esta entrada para hablar de los aspectos
de los que poco se habla de Por Trece
Razones y que son de vital importancia, que parece que solo las personas
que hemos pasado por algo similar o ha estudiado lo compleja que es la mente
humana nos hemos dado cuenta. Creo que es una serie que tiene muchas cosas
buenas, pero también grandes puntos en contra que son mucho más importantes de
lo que la gente cree.
Para los que no sepáis de qué
hablo, hago una pequeña introducción: Por
Trece Razones (Thirteen Reasons Why) es una serie de trece episodios basada en el libro de Jay
Asher, que se estrenó el 31 de marzo en Netflix. Tiene como protagonista a Clay
Jensen y la historia comienza cuando recibe un día una caja con trece cintas de
cassette grabadas por Hannah Baker, una chica que acaba de suicidarse. En esas
cintas, Hannah cuenta las trece razones que la llevaron a quitarse la vida y,
si has recibido las cintas, eres una de esas razones.
Debo avisaros, antes de que
sigáis leyendo, que a partir de ahora el resto de la entrada está escrita desde
mi punto de vista personal, no es ninguna verdad universal, y que, para
explicarla, tengo que hacer algunos spoilers de la serie por lo que si no queréis
desvelaros nada, volved a esta entrada cuando ya hayáis terminado la serie.
Empecemos por mencionar lo bueno.
Puntos muy a favor de esta serie: los temas que trata la serie, temas de
actualidad al cien por cien; además de reflejar muy bien la vida de los
adolescentes. El acoso escolar y ciberacoso, el abuso sexual, la misoginia… Está
todo muy cuidado, es una serie llena de simbolísmos: el cambio de luces y los
pequeños detalles como, por ejemplo, las señales que da una persona cuando
prepara un suicidio, o cómo el centro escolar trata de tapar una situación de
acoso a pesar de que le haya costado la vida a una alumna… Creo que todo esto
le da mucho poder. Además del mensaje global de la historia: cómo influimos,
sin querer, en la vida de todo el que nos rodea. Lo frágiles que somos. Lo
vulnerable que es la adolescencia. Como detalles tan pequeños e insignificantes
pueden cambiar para bien o para mal la vida de una persona. Me parece brutal. Recuerdo
que cuando leí el libro, hace ya varios años, no me transmitió tanto como lo ha
hecho la serie, y es muy raro que yo diga eso de que “me gusta más la
peli/serie que el libro”.
Sin embargo, hay aspectos que encuentro bastante negativos en cómo ha sido enfocada y se basa principalmente en el suicidio de Hannah. En concreto, la escena del episodio 13 en la que Hannah decide acabar con su vida. Se trata de una escena explícita que, si bien está avisado al comienzo del episodio para evitar que personas más jóvenes o sensibles vean este capítulo, creo que era totalmente innecesaria. Es en la única escena que me hubiera gustado que no tuviera tanto detalles. Podría haber sido igual de buena o mejor sin ellos. Me explico: en este capítulo se muestra de forma explícita cómo Hannah prepara su muerte… Cómo roba las cuchillas de afeitar de la tienda de su padre, cómo recoge su habitación, prepara las cintas y las envía, cómo se pone ropa vieja, llena la bañera y se corta las venas hasta desangrarse. Y, para colmo, cómo la encuentra su madre bañada en sangre tiempo después.
Me alegra muchísimo que se esté
dando visibilidad a las enfermedades mentales y se estén “normalizando” en las
series de televisión, el cine y la literatura; pero hay límites. Límites no
porque sea demasiado duro de ver o porque sea morboso, sino porque jamás
deberían aparecer los detalles. No, no me he vuelto loca y no, no soy una de
esas que se escandaliza por ver a una chica cortándose las venas en televisión.
Lo digo por una razón muy simple: el suicidio por contagio existe. Es algo
real, no me lo he inventado. En psicología, este fenómeno se llama efecto
Werther, nombre que surgió a raíz de la novela de Goethe “Las Penas del Joven
Werther”. Se “contagia” (cuidado aquí que no me refiero a contagiarse como si
fuera una enfermedad sino a la imitación de una conducta) porque, al recalcar
la identificación con una persona que está pasando por la misma o similar
situación, nos lleva a pensar o imitar la misma opción que tomó dicha persona
por parecernos una solución viable para acabar con el malestar. La serie busca
que todos nos pongamos en la piel de Hannah, pero se olvida de que la persona
que puede estar viendo esto quizá está buscando una salida a una situación de
acoso escolar y/o de abuso sexual, puede estar pasando una depresión y tenga
tendencias suicidas. Y, lamentablemente, se les está dando en bandeja las
herramientas e instrucciones sobre una de las peores formas de acabar con ello.
Que la serie quiere prevenir este
tipo de cosas, sí. Que el mensaje con el que debemos quedarnos no es ese,
también. Pero se necesita cierta madurez y estabilidad emocional para lograr
entenderlo. Y esta serie, a pesar de querer dar visibilidad a un problema tan
importante como son las enfermedades mentales, no muestra alternativas ni dice
en ningún momento que la decisión que tomó Hannah en la serie no se pueda
evitar.
Dónde está el teléfono de prevención del suicidio.
Dónde está el pide ayuda a tus
padres/tutores legales/psicólogo/psiquiatra/persona de confianza.
Dónde está el “no estás solo”.
La historia de Hannah acaba así, como miles de historias similares fuera de la pantalla, pero dónde está la prevención. Deberían mostrarse alternativas para que otros miles de adolescentes en situaciones adversas no terminen como ella. Podéis pensar “pero si Hannah pide ayuda al orientador y éste no le hace caso”, sí, pero creo que ese es otro error que comete la historia. Se ha representado a los adultos como personas despreocupadas y a los que no se puede acudir. Un porcentaje de ellos son así, pero hay muchísimos otros que no. Debemos mostrar también ese porcentaje.
Porque, sí, todo influye. No es necesario mencionar el nombre y la cantidad de pastillas que se toma el personaje de un libro para acabar con su vida. No es necesario enseñar el nombre y cantidad de pastillas que toma la protagonista anoréxica de una película para adelgazar. No es necesario mostrar cómo Hannah se corta las venas en televisión. Es información peligrosa, que no es necesaria para darle credibilidad a la historia ni para hacer que cause impacto.
No creo que se trate de una mala serie. En general, creo que merece la pena verla por los valores que transmite en la mayoría de los episodios, pero no puedo evitar preocuparme por los/las adolescentes que estén sufriendo una situación similar a la de Hannah y que, ya que está tan de moda esta serie, decidan verla de principio y fin, buscando quizás un rayo de esperanza, un poco de ayuda… Y se queden con la conclusión de que la única salida a su problema es cortarse las venas.
Pensadlo bien: los que habéis
visto la serie, probablemente, os hayáis quedado con mal cuerpo después de
verla por la carga emocional que trae, sobre todo el último capítulo. Es
normal, es el objetivo de la serie, remover conciencias. Bien, ahora imaginaos
eso sumándole sentir exactamente lo que mismo que siente Hannah, ese
sentimiento de soledad, de estar perdida, de que nada tiene sentido... Y ver cómo
termina. Y pensar “pues yo terminaré igual, porque no hay salida”.
Podéis llamarme exagerada pero
habla una persona que estuvo muchos años en la piel de Hannah y que, con quince
años, quizás, le hubiera sido mucho más fácil seguir sus pasos que luchar por
salir adelante.